A continuación se exponen los datos referentes a las actividades económicas primarias en los yacimientos fenicios en que mejor se han documentado en la Península Ibérica, como son Cerro del Villar (Málaga), La Fonteta (Guardamar del Segura, Alicante), Castillo de Doña Blanca (Puerto de Santamaría, Cádiz) y también Villaricos (Almería). Tanto la situación, como el entorno de estos asentamientos, difiere mucho de cómo fue en tiempos de la ocupación fenicia arcaica. El Cerro del Villar está situado a 1 Km. de la costa, en el margen derecho del río Guadalhorce, el cual tiene un cauce estrecho en su desembocadura, pero en la época en que fue ocupado por los fenicios era una isla situada en el estuario del río que tenía un cauce final en forma de embudo. El Castillo de Doña Blanca, ahora en la orilla derecha del cauce final del Guadalete, estaba situado en la línea costera del amplio estuario del río. Sobre La Fonteta no hay estudios que determinen la paleotopografía del asentamiento, por lo que no podemos asegurar nada sobre su situación en la antigüedad, pero sí podemos hipotetizar sobre que el asentamiento se situara en una isla en el delta del Segura. La gran masa de arena dunar en el yacimiento y alrededores, inducen a pensar que esta arena es producto de la sedimentación del río, por lo tanto las características serían similares a las del Cerro del Villar, y la localización del Cabezo del estaño, ya en tierra firme, sería equiparable con el Castillo de Doña Blanca en su relación con la ciudad-ínsula.
AGRICULTURA.
La agricultura, basada mayoritariamente en el cultivo del cereal, parece ser la base subsistencial en los yacimientos. La cebada era el cereal predominante, aunque los distintos trigos tuvieron una gran importancia. Los fenicios debieron en algunos lugares seguir tradiciones locales, como parece atestiguar el cultivo de mijo en La Fonteta. La base cerealística estaría secundada por una importante arboricultura y el cultivo de legumbres. La introducción del cultivo de la vid, y otros frutales como los granados, la higuera etc., ratifican este hecho. Las legumbres han sido documentadas en casi todos los yacimientos y con una relativa diversidad, pero bien es cierto, que no en mucha cantidad. La introducción del garbanzo da muestra de que aunque escasa, las legumbres tuvieron su importancia en la dieta alimenticia.
Cerro del Villar.
En este yacimiento se han realizado una serie de muestreos en las distintas campañas dirigidas por Maria Eugenia Aubet. Con las muestras se han realizado los análisis carpológicos pertinentes, para saber qué tipo de vegetales había en los distintos cortes. Los resultados de las muestras corresponden a distintos momentos de ocupación del asentamiento, por lo que, aunque ofrecen resultados similares, también tienen sustanciosas divergencias.
En este yacimiento se han realizado una serie de muestreos en las distintas campañas dirigidas por Maria Eugenia Aubet. Con las muestras se han realizado los análisis carpológicos pertinentes, para saber qué tipo de vegetales había en los distintos cortes. Los resultados de las muestras corresponden a distintos momentos de ocupación del asentamiento, por lo que, aunque ofrecen resultados similares, también tienen sustanciosas divergencias.
Los cortes 5 y 7 pertenecen a la segunda mitad del s. VIII a. C. y VI a. C., es decir, al principio de la ocupación y al final de la misma. Podemos observar cómo el 33% de los restos pertenecían a plantas cultivadas, el 62% a plantas asociadas a campos de cultivo, el 4% eran plantas asociadas a entornos antrópicos y un 1% a otro tipo de vegetales.
De las plantas cultivadas el 64% eran cereales entre los que la cebada vestida destaca sobre el resto, también se constata la presencia de dos tipos de trigo, el aestivum y en menor medida el dicoccum. Las leguminosas ocupan un 20% de las muestras predominando el guisante, también con la presencia aunque pequeña, de la lenteja. La uva da un 16% del total entre las plantas cultivadas, tanto en semilla como en forma de peciolo.
Entre las plantas asociadas a campos de cultivo las que abundan son las denominadas malas hierbas. Tres especies se atestiguan en estos cortes 5 y 7, son : Bromus sp., Lolium sp. y Euphorbia sp. El 4% que representan las plantas asociadas a entornos antrópicos está representado únicamente por el bledo. Estas plantas se hallan en los bordes de caminos, cerca de los campos de cultivo y en los alrededores de las viviendas. El 1% restante nos muestra una serie de plantas diversas, que no se pueden englobar dentro de los otros tres grupos. Hallamos restos de trébol, característico de llanuras húmedas mediterráneas; también cladium mariscus que abundan en las zonas húmedas como los deltas de los ríos, como es este caso, y también se han encontrado restos de esparto. Éste, sin duda, viene de regiones interiores más áridas, donde se daba con abundancia.
Cortes 5 y 7. Representación por grupos de plantas.
Los cortes 2, 2B, 6A y 6B pertenecen a finales del s. VII a. C. Para esta época se comprueba cómo las plantas cultivadas subían a un 38% del total de la muestra, las plantas asociadas a campos de cultivo descendían a un 30%, las plantas asociadas a entornos antrópicos ascendían a un 28% y por último había un 5% de otro tipo de vegetales.
De las plantas de cultivo solo hay un 39% de cereales, entre los que destaca la cebada vestida. También hay trigo, pero no se ha podido identificar de qué tipo se trata debido al mal estado de los restos. Hay un 4% de leguminosas, representadas en esta muestra solo por el guisante. La uva tanto en forma de semilla como de peciolo asciende en esta muestra hasta el 57% de las plantas cultivadas.
Del 30% de plantas asociadas a los campos de cultivo, tenemos que hablar de tres tipos distintos de gramíneas: Avena sp., bromus sp. y lolium sp. Entre las plantas asociadas a los entornos antrópicos hay que hablar de otras especies relacionadas con los bordes de caminos y campos de cultivo, así como del entorno de las viviendas como son: Polygonum sp, chenopodium sp y rumex sp. El 5% de plantas que no pertenecen a ninguno de los otros tres grupos está representando mayoritariamente por cladium mariscus, aunque es posible que haya algún prunus, pero que aún está por corfirmar.
Cortes 2, 2B, 6A y 6B. Representación por grupos de plantas.
Los cortes 3 y 3 / 4 corresponden a principios del s. VI a. C. Para esta muestra se observa un descenso de las plantas cultivadas al 19%, mientras que las plantas asociadas a los campos de cultivo suben al 41%, y las asociadas a los entornos antrópicos bajan al 14%. En esta toma se comprueba un fuerte aumento, hasta el 26%, de las plantas que no pertenecen a ninguno de los tres tipos anteriores.
Los cereales ocupan el 72% de las plantas de cultivo. Entre ellos destaca nuevamente la cebada vestida, mientras que el trigo representado por el tipo aestivum, está en menor proporción. Las leguminosas solo están representadas por un 2%, de las cuales, todas son guisantes. La uva vuelve a unos niveles más bajos, al 26% de la muestra; al igual que en las dos anteriores, está representada tanto en semilla como en peciolo.
Entre las plantas asociadas a los campos de cultivos, debemos destacar una serie de malas hierbas, algunas de ellas gramíneas como son: Avena sp., bromus sp., lolium sp y medicago sp. Entre las plantas asociadas a los entornos antrópicos o ruderales destacan: Malva sp., rumex., silene sp., chenopodium sp. y polygonum sp. Las otras plantas que en esta ocasión son el 26% del total, están divididas en tres grupos. Las plantas de entornos húmedos están representadas por carex sp. y cladium mariscus, mientras que las habituales de prados húmedos mediterráneos lo estarían por el trébol, plantago lanceolata y fentusca sp., y por último, vuelve a haber restos de esparto, que sin duda estaría relacionado con actividades antrópicas.
Cortes 3 y 3/4. Representación por grupos de plantas
Hasta aquí, los resultados de los análisis carpológicos del Cerro del Villar. En ellos podemos observar que la gran mayoría de producción agrícola está centrada en el cereal, puesto que tanto los cereales, como las distintas plantas asociadas a su cultivo (malas hierbas), son mayoría en la muestra. Hablando todavía del alto número de plantas asociadas al cultivo, podríamos sospechar que los trabajos de trilla se realizaban en el asentamiento. Del análisis también se deduce el entorno húmedo (delta-marisma), donde se hallaba.
Castillo de Doña Blanca.
En este asentamiento fenicio se ha llevado a cabo un muestreo en un vertedero hallado debajo de un gran edificio. Este vertedero contiene materiales que están entre el año 700 y el 500 a. C. De él se han sacado resultados muy clarificadores sobre el tipo de agricultura que se debió de realizar en el enclave. Aunque hay que decir que en estos resultados solo se incluyen las plantas de cultivo, dividiremos los resultados en dos distintas épocas: una que abarcaría el s. VII a. C. y la otra que haría lo propio con el VI a. C.
La Fase IV y III (675-600 a. C.). Dentro de los cereales el cultivo de la cebada vestida parece ser el mayoritario, aunque también está documentado el trigo desnudo y aunque no se puede afirmar su cultivo por las muestras, es posible que también se utilizara la avena. En contraposición al Cerro del Villar, en el Castillo de Doña Blanca encontramos una gran variedad de leguminosas como los garbanzos, lentejas, habas y guisantes. Finalmente, hemos de destacar la importante presencia de vid en estos niveles tan tempranos del yacimiento.
La Fase II y I (600-550 a. C.). En este nivel podemos observar cómo el trigo desnudo está más documentado que la cebada vestida, y no hay indicios de otro tipo de cereal. Las leguminosas siguen estando de forma variada, garbanzos, habas y lentejas forman este grupo en el que no se han hallado restos de guisantes. La vid aumenta su cantidad y se empieza a documentar el olivo.
En Doña Blanca podemos observar la base cerealística al igual que en el Cerro del Villar, pero aquí la dieta parece ser más variada, hay más tipos de legumbres y parece utilizarse también las aceitunas, que para estas fechas serían del acebuche y no del olivo cultivado con fines oleicos, como suplementos alimenticios. Aquí también vemos el consumo de vid, que en este caso parece ser ya cultivada, por lo que se utilizaría tanto como fruto (uva), como en forma de zumo (vino).
La Fonteta.
Los niveles más antiguos del yacimiento que corresponden a los siglos VIII-VII a. C., nos muestran cómo los cereales son los restos más frecuentes dentro de la muestra con un 66%. Dentro de éstos destaca la cebada, aunque también esta representado el trigo desnudo y el mijo. Las leguminosas son bastante escasas en el registro, y podemos observar cómo entre los frutales destaca la presencia frecuente de la higuera , así como también destaca la poca representatividad de la vid.
En los niveles correspondientes al s. VI a. C., comprobamos cómo se mantienen la misma línea que en los niveles anteriores, aunque en esta ocasión las leguminosas no llegan a estar presentes en el muestreo. Cabe destacar nuevamente los frutales, entre los cuales aparece por primera vez el granado.
En La Fonteta se aprecia cómo la base cerealística es la principal dentro de la agricultura del yacimiento. De entre los cereales, cabe destacar la presencia por primera vez, en yacimientos fenicios, del mijo, aunque ya se documenta en asentamientos indígenas de la zona. De los resultados también podemos extraer que en este yacimiento el cultivo de árboles frutales tuvo una relativa importancia y diversidad, debido al variado tipo de árboles utilizados. La complementación de la alimentación en este yacimiento debió de realizarse mediante los frutos de estos árboles, lo que justificaría en cierta medida la escasez de leguminosas en este asentamiento.
Villaricos.
Sobre este yacimiento se ha realizado un análisis carpológico de los estratos correspondientes al s. VII a. C., también hay muestras polínicas y antracológicas. Como resultado comprobamos cómo los cereales ocupan el 49,98% de la muestra. De este porcentaje el 2,63% corresponde a trigo, el 15,78% a cebada y el 31,57% restante, son restos de cerealia, pero en tan mal estado que no se ha podido estimar a qué especie pertenecen. En la muestra también han salido restos de ficus carica (higuera-higos), al igual que restos de otros árboles frutales como olea europaea y prunus, que podría atestiguar el cultivo de cerezos, ciruelos o almendros.
Representación de cereales en Villaricos
En los análisis se han rescatado un 23,67% de malas hierbas y plantas ruderales, también en la muestra se ha documentado un 15,78% de plantas silvestres. Los análisis polínicos nos desvelan que solo el 1,79% de los pólenes corresponden a cereales con mayor proporción de cebada que de trigo, el grueso de la muestra (86,73%) corresponde a las malas hierbas y plantas ruderales asociadas a bordes de caminos y campos de cultivo, como a los alrededores de las casas. El 11,46% se identifican con especies silvestres, entre las que destacan las juncaceae, también hay restos de especies arbustivas y pinos.
Del total de las muestras halladas en Villaricos podemos observar cómo nuevamente la agricultura fenicia parece basarse en los cereales, combinando la base alimenticia vegetal estarían los árboles frutales.
Para complementar el cultivo de cereales los fenicios utilizaron una gran variedad de leguminosas, que al igual que se hacía en Oriente, probablemente se plantarían entre las vides, en los huertos, aprovechando los sitios libres y en las zonas en barbecho. Los guisantes son los más abundantes, aunque se documentan también la lenteja, el haba, y el garbanzo; éste último, por primera vez en la península (Doña Blanca), por lo que tal vez fuera una introducción fenicia. A pesar de la relativa diversidad de leguminosas hay que decir que estas se han hallado en porcentajes muy pequeños.
Para aproximarnos a cómo debió ser la ganadería en este ámbito colonial, hemos de remitirnos a los exiguos estudios que sobre esta rama de las actividades primarias se han realizado en el yacimiento del Cerro del Villar, La Fonteta, Castillo de Doña Blanca y Toscanos.
La muestra utilizada en el Cerro del Villar para el estudio fue extraída de los cortes 3 y 4 y del corte 5. El estado de los restos era bastante malo debido a la erosión y a los efectos del agua, como las marismas y desbordamientos del Guadalhorce. Esto ha hecho que de los 1217 restos analizados, sólo hayan podido ser identificados 485. También hay que decir que el área de estudio ha sido reconocida como una zona de taller cerámico, por lo que los restos óseos seguramente tuvieran que ver con la alimentación de los trabajadores del taller. De estos restos podemos resumir que los ovicápridos y los bóvidos eran las dos cabañas más abundantes en el yacimiento, seguramente con una mayor abundancia de ovicápridos. Los suidos también están representados en tres ejemplares infantiles casi completos. Seguramente debido a las características del corte (taller cerámico), no se han hallado restos identificados de caballo o asno. También se ha documentado en el Cerro del Villar restos de gallina, uno de los primeros de la península y también aunque escasos hay restos de cánidos.
En la Fonteta observamos como en el s. VII a. C. los ovicápridos son los más abundantes, y entre ellos abunda más la oveja que la cabra. El ganado bovino le sigue en cantidad y a éste el de los cerdos. En el s. VI a. C., la cosa cambia aumentando los suidos y ovicápridos y bajando la cantidad de bovinos. Parece observarse entre los restos que la dieta cárnica estaría formada por individuos de ganado vacuno subadultos y ovicápridos tanto subadultos como adultos, así como de otras especies silvestres.
En Toscanos y el Castillo de Doña Blanca se documenta una ganadería bastante parecida. Se caracteriza por la preeminencia del ganado ovicaprino sobre el vacuno, con escasa presencia del cerdo. Parece que la aportación cárnica a la dieta en estos yacimientos provenía casi exclusivamente del ganado bovino. En estos asentamientos se han documentado por primera vez en la península dos nuevas especies animales: El asno y la gallina.
LA CAZA.
En los registros arqueofaunísticos la evidencia de recursos cinegéticos, aunque muy escasa, es evidente, por lo que hay que abordar su estudio para ver qué grado de importancia tenía la caza en la sociedad colonial. Debido a la escasez de muestras, abordaremos el tema de forma muy general.
En las colonias fenicias se puede atestiguar el consumo de ciervo, liebre y conejo, así como han sido hallados algún resto de aves como el albatros, la gaviota y la paloma. La escasez de los restos, muestra que la caza no tuvo que desempeñar ningún papel importante en la economía fenicia occidental, seguramente se tratara de hechos esporádicos. La poca importancia de la caza con total seguridad tuviera que ver con la suficiencia alimenticia generada por la agricultura, y por los aportes cárnicos originarios del ganado y la pesca.
LA PESCA Y EL MARISQUEO.
Para estas importantes actividades primarias sólo contamos con el estudio realizado con el yacimiento del Cerro del Villar y los escasos resultados obtenidos en Toscanos.
Los cortes, 5, 6A, 6B y 7 son donde se ha realizado el estudio de las arqueoictiofaunas, fechadas a finales del s. VII a. C., de donde se han extraído 821 restos, de los cuales 564 han logrado ser identificados. Cabe destacar el escaso tamaño de los ejemplares que han sido identificados en la muestra. En la mayoría de los casos las especies documentadas son de litoral, características de entornos arenosos y rocosos, pero llama la atención la escasez de especies deltaicas. El resultado de estas muestras hace pensar que las labores pesqueras se desarrollarían en lugares cercanos al yacimiento, y que se utilizarían para capturar a las especies mallas o redes de reducidas dimensiones, las únicas capaces de asegurar la captura de estas pequeñas especies. Entre las especies documentadas cabe destacar la presencia de la boga, la sardina y el boquerón como especies principales. A éstas hay que añadir al registro íctico la lubina, las salemas, la pandora, pargos, dentones y por último la escasez de una especie deltaica como la dorada. El hallazgo de un resto de atún, podría dar indicios de industria de salazón en la isla del Villar, pero este resto es posterior al conjunto de la muestra, ya del s. VI a. C. En Toscanos también se atestiguan restos de vertebras de peces, muy difíciles de identificar, ya que las espinas no se han conservado por el estado del yacimiento.
Para conocer las actividades de marisqueo, se realizó un estudio malacológico en el que se han logrado identificar 766 individuos de 16 taxones diferentes de moluscos terrestres y 34 individuos de 17 taxones distintos entre los moluscos marinos. Entre las especies terrestres la recogida pertenece a dos épocas distintas, el s. VIII y el VII a. C. En el primero hay poca diversidad de especies, mientras que en el segundo la diversidad se dispara. La diferencia entre los dos siglos no solo está en la diversidad de especies, en el VIII a .C. las especies representadas son de agua dulce, lo que refleja una situación de acumulación de aguas, como charcos o lugares inundados, mientras que en el s. VII a. C., el panorama cambia radicalmente con una casi absoluta preeminencia de especies terrestres de paisajes abiertos mediterráneos. Una de ellas suele estar asociadas a zonas de vertedero.
De los moluscos marinos apenas se pueden sacar conclusiones debido a la escasez de muestra. El hecho de que no evidencien restos de actividades antrópicas y que sean especies características del litoral, induce a pensar que llegaron de manera natural al yacimiento.
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